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Valle de Mena. | |||||||
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La última vez que vi a María era verano por la tarde. El sol le daba de
frente y esperaba en la esquina de la última casa de Santa Cruz.
La vi más joven que el año 95, que fue cuando saqué la foto.
Su vida la ha pasado integra en el valle, en Santa Cruz, pegadita a la
ermita de Santa Teresa. No se ha despegado de Santa Cruz salvo cuando su
yerno la pego tal paliza que fue más muerta que viva para los Bilbaos,
derecha al hospital. Pero “la María” se llevó toda la fuerza de la
tierrruca menesa y salvó el pellejo.
Cuando ya
no pudo más, se despidió a medias de su casa, de sus perros y un poco de
su propia vida y emprendió el camino del asilo (ahora residencia). Volvía,
de vez en cuando, a su casa, sin duda, a reponer fuerzas. Cargaba pilas y
así fue como la vi por última vez. María ya no está. Su mundo es otro. Ahora cuando mi perra, mi yegua y yo pasemos por Santa Cruz nos acercaremos sigilosas a la ermita de santa Teresa y rezaremos, a nuestro modo, por todas las Marías menesas y si nos quedan ganas, también por los hombres de paja.
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