El ventanuco

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Hoy el ventanuco está a medio abrir y solo asoma un objetivo: “María, la de Pepón; María, la de Santa Cruz.

         La última vez que vi a María era verano por la tarde. El sol le daba de frente y esperaba en la esquina de la última casa de Santa Cruz.
Llevaba encima 80 y tantos largos años y un bolso de cortas asas. Esperaba el taxi que la llevaba de vuelta al asilo, ahora residencia ( y es que nos hemos vuelto muy finos, tan finos que somos hipócritas a más no poder). A los muertos de guerra se les llama ahora “daños colaterales”.
Claro que María, la de Pepón pasaba de todo esto  o no se enteraba ¡Que suerte!.

 

         La vi más joven que el año 95, que fue cuando saqué la foto.
Iba de oscuro, bien peinada y con esos ojos negros grandes, siempre expresivos. Era alta y bien “plantaa”. A pesar de los años y de la vida aún tenía belleza.
Hacia años que no nos encontrábamos en Santa Cruz. Me conoció enseguida y me dijo: - Eres la nieta de Emeterio, el hermano de Perfecto, Alfonso y Consuelo.
Y al instante, comenzó a relatar como iba con la burra y la talega de trigo al molino de Cerezo donde mi abuelo y sus hermanos eran molineros.

          Su vida la ha pasado integra en el valle, en Santa Cruz, pegadita a la ermita de Santa Teresa. No se ha despegado de Santa Cruz salvo cuando su yerno la pego tal paliza que fue más muerta que viva para los Bilbaos, derecha al hospital. Pero “la María” se llevó toda la fuerza de la tierrruca menesa y salvó el pellejo.
Acabó viviendo sola y es que ya lo  dice el refrán “ Mejor sola que mal acompañada”.

Cuando ya no pudo más, se despidió a medias de su casa, de sus perros y un poco de su propia vida y emprendió el camino del asilo (ahora residencia). Volvía, de vez en cuando, a su casa, sin duda, a reponer fuerzas. Cargaba pilas y así fue como la vi por última vez. María ya no está. Su mundo es otro.
Poca gente la conoció y sin duda, a los hombres de paja que pululan ahora por el valle, no les interesa para nada la historia de María. Pero para el ventanuco, la esencia menesa de María, la de Santa Cruz siempre será protagonista.

Ahora cuando mi perra, mi yegua y yo pasemos por Santa Cruz nos acercaremos sigilosas a la ermita de santa Teresa y rezaremos, a nuestro modo, por todas las Marías menesas y si nos quedan ganas, también por los hombres de paja.

 

 
 

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